BICICLETA ELÉCTRICA
La vuelta al cráter 2035 en Bicicleta Eléctrica
Las cosas han evolucionado. Desde el primer destello —aquel día en que el cielo se abrió como un melón— hasta hoy, hemos mejorado bastante. Los pocos sobrevivientes logramos fundar, por consenso y agotamiento, la nueva nación de El Cráter Unido. Tenemos presidente, bandera y hasta un himno compuesto con la única trompeta que quedaba. Naturalmente, la primera orden presidencial fue devolverle al pueblo la esperanza y el deporte: se creó el Barça, el Real Madrid, y —con los restos — se armó el Athletic. Y cuando todo estuvo listo y se lanzó la liga, vino la gran idea: la Vuelta ciclista al Cráter 2035. Tres días, una sola etapa, y el único requisito para participar: tener tu bicicleta eléctrica intacta.
Y yo la tenía. Bueno, tres en realidad. La urbana, elegante, distinguida, perfecta para recorrer ruinas con estilo. La trekking, robusta, fuerte, de esas que suben colinas y resisten explosiones moderadas. Y la plegable, por si había que cruzar algún charco termonuclear o esconderse bajo un puente. Así que me apunté. Dorsal número ocho.
El escuadrón salió unido, una mezcla de ciclistas, chatarreros y románticos con baterías al 40%. Primeros kilómetros tranquilos, el viento tóxico soplaba suave. Un escapado. Dos. Tres minutos de ventaja. El lote reacciona. “¡Que no se nos vayan!”, grita alguien. Entonces se oye una explosión. Dos menos.
Seguimos pedaleando entre vapores ácidos y restos de autopistas fundidas. Voy tercero. Repentinamente el segundo empieza a brillar. Se ilumina, vamos, como un neón y se desintegra en un destello azul. El primero sigue firme, aunque le tiemblan las piernas: la radiación, supongo.
Último kilómetro. A mi izquierda, el horizonte arde. A mi derecha, una bandada de drones muertos cae del cielo. Entonces, sin aviso, un meteorito pequeño —uno de esos que ya ni asustan— le da de lleno en la rodilla al líder. Y ahí lo supe: la gloria es mía.
Pedaleé con todo lo que quedaba en mis piernas, crucé la línea invisible de meta y grité mi victoria: ¡He ganado la Vuelta al Cráter! ¡Soy el nuevo Pogacar del fin del mundo!
Y mientras celebro, el presidente me saluda por radio:
—Felicidades, número ocho.
—Gracias, señor —respondo—. Apago la bici y la pongo a cargar que mañana, si el mundo no explota, toca etapa de montaña.
Bicicleta Eléctrica
Para que ganes la vuelta al Crater
1. Bicicleta Eléctrica Urbana
La ciudad cayó, pero tú sigues pedaleando entre los restos del orden. Tu bici urbana no es solo transporte: es una declaración de clase entre ruinas. Silenciosa, elegante y firme, avanza sobre el polvo del pasado. No hace ruido, no contamina, y aún respeta los semáforos… aunque nadie los mire ya.
2. Bicicleta Eléctrica Plegable
Compacta, ligera, lista para desaparecer contigo. La plegable eléctrica cabe en un maletero, un refugio o bajo una mesa de guerra. Se despliega en segundos, arranca sin ruido y te saca de cualquier apuro —o al menos te aleja de él con dignidad. Pequeña en tamaño, inmensa en posibilidades. Ideal para huir con estilo.
3. Bicicleta Eléctrica Trekking
Para los que no creen en los caminos, sino en abrirlos. La trekking eléctrica atraviesa barro, piedra y zonas donde antes hubo autopistas. Es la montura de los tercos, de los que no esperan rescate. Potente, robusta y testaruda, te lleva siempre un poco más allá de lo razonable… y justo hasta donde empieza la supervivencia.
4. Bicicleta Eléctrica Pijobike
No todos renunciaron al glamour del colapso. La Pijobike combina diseño, velocidad y pura vanidad atómica. Cuadro de carbono, cuero regenerado, luces LED que brillan incluso en tormentas de radiación. No necesitas sobrevivir para lucir bien, pero si lo haces, hazlo sobre esta belleza. Porque el fin del mundo también merece su pasarela.
RECUERDA
La bicicleta eléctrica fue diseñada, originalmente, para hacer la vida urbana más fácil. Hoy, es el vehículo oficial de los que aún quedan vivos. No contaminan, no hacen ruido, no necesitan gasolina (esa leyenda del pasado) y, lo mejor de todo, te permiten huir a 25 km/h sin que te tiemble el alma.
Las e-bikes combinan la nobleza del pedaleo con la potencia de un motor eléctrico. Su batería recargable te da autonomía para cruzar sectores devastados, ruinas metropolitanas o simples cuestas. Gracias a la asistencia eléctrica, subes montañas, esquivas zombies y afrontas pendientes sin parecer un mártir.
Características generales:
Motor: entre 250 W y 750 W, suficiente para subir colinas o escapar de mutantes con sobrepeso.
Autonomía: de 40 a 120 km según modelo, peso, viento y nivel de desesperación.
Modos de asistencia: eco, normal y turbo (el último se recomienda solo si estás realmente apurado o el suelo comienza a abrirse).
Tiempo de carga: 3 a 6 horas con enchufe normal o con panel solar improvisado.
Transmisión: de 7 a 10 velocidades, para elegir cómo sufrir mejor.
Frenos: de disco, porque el apocalipsis no perdona las frenadas flojas.
Diseño: desde lo urbano hasta lo todoterreno. Todas pensadas para resistir polvo, lluvia ácida y sarcasmo.
Consejos de uso:
Recarga siempre que puedas: el sol, los generadores o la bicicleta del vecino.
Ajusta la presión de las ruedas; la radiación hace cosas raras con el caucho.
Mantén el motor limpio, salvo que quieras oír cómo tose.
No aceleres cuesta abajo si el suelo brilla: probablemente no sea asfalto.
Si la batería muere, recuerda: aún puedes pedalear… y rezar.